En la década de los 60´del siglo pasado, Jruschov,
con relación al tema nuclear y la manera cómo manejó con su similar de EEUU J.
Kennedy sostenía: “Nosotros (los EEUU y la URSS) somos los países más poderosos
del mundo; si nos unimos en nombre de la paz, no habrá ninguna guerra.
Entonces, si algún loco quiere la guerra, bastará que le amenacemos con los
dedos para que se sosiegue”.
“¿Para qué sirven los principios si se pierde
la cabeza?” (Pravda,1963)
Es con este tipo de declaraciones que el revisionismo
soviético de Jruschov y su camarilla pretendía
argumentar su nefasta tesis de la “coexistencia pacífica” con el imperialismo
yanqui. Es decir, ante la llamada amenaza de una tercera guerra mundial, el
revisionismo se planteaba una tregua con el imperialismo yanqui y obviamente
parte de ese compromiso determinaba que la URSS renuncie al internacionalismo
proletario, a apoyar las revoluciones populares y de liberación nacional so
pretexto de no realizar actos que eventualmente puedan provocar a los EEUU. Y
no solo eso, es oportuno recordar cómo
el revisionismo de Jruschov atacaba con vehemencia a la China del presidente
Mao por apoyar las revoluciones
populares y de Liberación Nacional que se desataban en Asía, de quiénes decía
era un acto irresponsable y que ponía en peligro la paz mundial.
Es decir, el cuento de la guerra nuclear por
parte del revisionismo social imperialista de la URSS devino en un vil chantaje
para los pueblos oprimidos del mundo para que desistan de sus procesos
revolucionarios, y en ellos, de la lucha de clases.
¡El chantaje de la guerra nuclear pretendía se devore la lucha de
clases!
Hoy, el imperialismo de toda laya: EEUU;
China, Rusia, Alemania, Francia; etc., sus títeres en los países del tercer
mundo, y en ellos los revisionistas, reeditan nuevamente estos vómitos verdes
de Jruschov de conciliación, de “coexistencia pacífica” utilizando la pandemia
como caballo de Troya.
Esta nueva versión del chantaje nuclear que
se muestra en la “unidad en contra del COVID-19”, en alguna medida trata de
meternos en el “mismo cajón” de los años 60´del siglo pasado, donde la lucha de los comunistas en el mundo y sus
variadas formas cómo se manifiesta en los distintos países (guerra popular;
lucha de clases cruenta, no cruenta) trata o pretende sea subordinada a una
aparente contradicción principal que se expone en la “lucha de la humanidad” en
contra de la pandemia.
Hoy, la emergencia sanitaria generada por el
mismo imperialismo, sea este yanqui, chino o ruso, ha desnudado con más
vehemencia aún cuán débil es el imperialismo en sus entrañas, un verdadero
tigre de papel; capaz de desarrollar armamento nuclear, viajar fuera del planeta; agredir a cualquier
país en cualquier parte del mundo, no obstante, incapaz de sobrellevar una
crisis al interior de sus fronteras que, como en el caso de los EEUU, ha cobrado ya la vida de más de 80.000
estadounidenses que representan el 15% de los soldados yanquis que murieron en
la Segunda Guerra Mundial; un número superior a la cantidad de bajas sufridas
por el imperialismo en la guerra de Vietnam (53.000); más que aquellos que
murieron en Corea (33.000); muchísimos más de aquellos que felizmente tuvieron
que dejar sangre en tierra iraquí (5.000 bajas); a esto, sumar una indetenible
alza de contagiados (aproximadamente un millón de personas) que con toda
seguridad doblará el número de fallecidos en las próximas semanas.
Pero no, aún en esas condiciones, el
imperialismo berrea llamados a la “unidad”, a la “paz” que son replicados en
todos los países sometidos por las distintas manifestaciones del imperialismo
en el mundo; sin embargo, estas mismas potencias siguen en pugna violenta en Medio
Oriente: Siria, Irak, Irán; igualmente en Afganistán; Yemen y Palestina,
acrecentando el dolor de los pueblos que son sometidos a la más abyecta miseria
y destrucción.
Tampoco se quedan inactivos militarmente en
América. Justamente en estos días intentaron una incursión armada a Venezuela
desde Colombia.
El imperialismo y sus lacayos nos llama a la
unidad de la misma manera como lo hicieron en 1963, utilizando las mismas
tácticas: “una de ellas es el
embaucamiento al estilo del sacerdote y la otra la represión a la manera del
verdugo. La engañosa política de paz del imperialismo y su política de guerra
siempre se han servido y complementado una a la otra”.
En este y cualquier contexto, ¿es conveniente
llamar a una tregua en medio del desarrollo de la guerra popular en los países
donde esta es llevada a cabo por los partidos comunistas?
¿Es conveniente caer en el anzuelo que lanzan
los gobiernos y viejos Estados al proletariado y demás masas explotadas con
eufemismos de unidad, de tregua a los “intereses partidistas, ideológicos o de
grupos” para poder atender la crisis generada por la pandemia?
¡No!, ¡imposible!
De pronto es importante recordar cómo en el
desarrollo de la guerra popular en el Nepal y particularmente antes del ataque
a Dunai, febrero del 2001, el CPN-M tuvo su Segunda Conferencia Nacional
realizada en la India en dónde se empezó a fraguar la traición a la GP, ya que
a partir de ese “evento” se aceptó una tregua planteada por el gobierno. Como
un acto de “buena voluntad” el CPN-M entregó los prisioneros de guerra al
régimen y fue a partir de esos hechos y de esa Conferencia que se van
consolidando acciones “tácticas” llamando a la tregua, a las tratativas. No pasa
mucho tiempo y el “camino Prachanda” anidó en la dirección del Partido y lo
llevó al despeñadero de la historia, de la capitulación. La guerra popular fue
traicionada vilmente.
Es decir, bastó un momento, un escenario en
concreto y las fuerzas revolucionarias, a través de sus traidores, el
revisionismo y el oportunismo, le regala la iniciativa al enemigo. Lo demás es
prácticamente una cuestión de tiempo.
¡No puede haber paz, ni aún circunstancial
entre la revolución y la contrarrevolución!; entre los países oprimidos y los
países opresores; entre burguesía y proletariado, entre masas y feudalidad. La pandemia
no justifica entregarle la iniciativa al enemigo de la clase, del pueblo y de
las naciones; no se le puede permitir tome un respiro. El viejo Estado se
remece, está débil, es cuándo debemos propiciar su caída, así nos enseñó el
presiente Mao en los 6 Escritos Militares. No debemos permitir que el viejo
Poder desde su bancarrota trate de mostrarse dadivoso, “humanitario”; que sobre
todo tenga la oportunidad de vender la idea de que el Estado no le pertenece a
una clase en particular, sino al pueblo, recreando de esta manera, las viejas
tesis de Jruschov tan oportunas para sustentar el trillado discurso que convoca
a la unidad para confrontar la crisis sanitaria en el Ecuador y el Mundo.
Definitivamente la pandemia se ensaña con los
más vulnerables, con los más miserables, los pobres, los parias, los sin
tierra, aquellos que no solo que están ajenos a recibir una atención
hospitalaria digna; a los que viven al día y que ahora son confinados
forzosamente a estar encerrados sin que los viejos Estados puedan atender sus
más elementales requerimientos de subsistencia diaria.
No puede haber paz con los viejos estados y
sus gobiernos cuando estos descargan toda la responsabilidad de sobrellevar la
crisis social, de salubridad y económica en los hombros de los trabajadores
como sucede precisamente ahora en el Ecuador.
No puede haber paz con los aparatos
represivos porque estos sirven a los intereses del viejo estado. Se evidencia
en cosas tan elementales como la violenta reacción que han tenido en contra de
nuestro pueblo que ha sido agredido física, sicológicamente y aún en su
dignidad por esos miserables guardianes del viejo Poder.
No puede haber paz, en Colombia cuando el
paramilitarismo sostenido por las FFAA y el viejo Estado en su conjunto, sigue
asesinando dirigentes campesinos en el Cauca, Putumayo y otros departamentos. Y
en esto hay que considerar que quienes ponen una alta cuota de muertos son
precisamente dirigentes campesinos/indígenas que están al frente de la lucha
por la defensa de la tierra y que en gran medida ya están hartos del
revisionismo armado y de la violencia paramilitar/estatal. Pero al revisionismo
armado también “le pasan factura”, que sin ir más allá de su diatriba
ideológica, propio de los principios y leyes que rigen al revisionismo,
desembocó en un proceso de paz que se vino alimentando en permanentes treguas
planteadas por navidad; treguas para canjes de prisioneros; por año nuevo, por
semana santa, por las inundaciones, treguas “humanitarias” y así, una serie de pausas
con cualquier pretexto que terminaron por entregarle la iniciativa total a la
reacción. La suma de treguas pequeñas devino en una capitulación que como avalancha
que se llevó todo, vidas de campesinos pobres, de combatientes, de
desmovilizados, que en fin de cuentas fueron utilizados por su dirigencia para
que esta termine donde siempre termina el oportunismo y el revisionismo: el
Congreso, la Asamblea o cualquier dignidad política del viejo Estado.
No puede haber tregua en los países donde la
clase, el campesinado pobre y las masas han desarrollado guerra popular so
pretexto de que estas, las masas, sean atendidas sanitariamente, cuando sabemos
que dicha atención, si es que llega, será inoportuna, deficiente y obviamente
será instrumentalizada para minar la
base de apoyo que tiene la guerra popular en el seno del campesinado pobre.
La experiencia última de los camaradas de
Filipinas con relación a la tregua unilateral decretada entre el mes de abril
del presente año lo dice todo. El enemigo aprovechando la tregua por la
pandemia, le montó 36 ataques al NPA en los que murieron 18 camaradas y 8
heridos. Si bien es cierto la oportuna reacción del ejército del pueblo le
causó 56 bajas al enemigo, de por sí los hechos da cuenta de que el
imperialismo y los viejos Estados siempre, siempre asisten a treguas, acuerdos,
básicamente con la intención de destruir la revolución, ya sea desde el
aniquilamiento de las fuerzas vivas, como el arrancarle bases de apoyo o
incidir en su línea política e ideológica para arrastrarlos al aniquilamiento
político.
Bien señalaba Lenin sobre la actitud que
debemos tener los revolucionarios en el caso de las pandemias y la imposibilidad
de renunciar a la lucha en contra del enemigo de la clase, ya que es obvio de
que atrás de esta crisis mundial ha sido generada precisamente por ellos, por
los enemigos de la clase y del pueblo.
Debemos hacer precisamente lo que hizo el
presidente Mao en 1963 cuando Jruschov pretendía chantajear a los países del
tercer mundo con la perorata de las armas nucleares y la tercera guerra
mundial; desenmascararlos, combatirlos; denudar su falacia, su mentira, su
estrategia. Combatir-resistir y persistir en la lucha de clases, en la guerra
popular, pero también en la lucha de dos líneas en el seno del pueblo; no
atender, no comprender esta situación nos llevará a vivir derrotas para el
proletariado internacional.
La guerra popular ha dado saltos importantes
en Turquía, Filipinas, India y Perú. Caer en el chantaje del COVID-19 dejará
abiertas fisuras que con toda seguridad volverá vulnerable la guerra popular,
porque lo ganado, será entregado al enemigo con facilidad y sí, contrario a lo
que decía la publicación de Pravda respaldando las tesis de Jruschov en 1963, cuentan
los principios así perdamos la cabeza porque así ha sido a lo largo de la historia,
porque así “perdieron la cabeza” en la comuna de París, en la revolución en
Rusia, en China, en las mismas guerras populares que se adelantan en el mundo aquellos
comunistas convictos de sus principios y que nos han señalado la ruta correcta
por dónde transitar si en verdad en nuestro programa está la Revolución de
Nueva Democracia, el Socialismo y el comunismo.
No podemos ni debemos plantear treguas desde la
guerra popular, o la lucha de clases por un hecho elemental: aún no tenemos el
Poder en nuestras manos, y ese, en verdad, es el mayor y más sólido argumento.
Hoy no hay un viento que venga del Este para
que prevalezca sobre el del Oeste; hoy hay un indetenible torbellino que emerge
desde las mismas entrañas de los países del tercer mundo y que no habrá guerra
nuclear, agresión militar, reacción, pandemia o fenómenos social o natural
alguno que pueda detenerlo.
No a las treguas; no a los pactos; no a las
tratativas sí a la guerra popular hasta el comunismo.
No a las teguas porque la opresión
imperialista a las semicolonias no cesa, no se detiene ni un solo minuto;
porque el capitalismo es depredador, inflexible y explotador con los obreros;
porque los grandes terratenientes segundo a segundo, minuto a minuto desangran
al campesinado pobre; porque el revisionismo y el oportunismo, no pierden un
solo momento para hincar sus dardos venenosos por desmontar los alcances
revolucionarios del proletariado y sus aliados estratégicos.
No a la tregua en la lucha de clases en los
países donde se desarrolla guerra sin derramamiento de sangre; no a la
conciliación de clases; si a la
confrontación abierta, decidida, aquella que aún desde la lucha reivindicativa
aporte al pronto y urgente desarrollo de la guerra popular.
No a la lucha pasiva; no al diálogo; si a la
lucha activa, revolucionaria, caso contrario, no seremos lo que somos.
¡VIVA LA
GUERRA POPULAR EN EL PERÚ, FILIPINAS, TURQUÍA Y LA INDIA!
¡NO A LA
TREGUA CON EL ENEMIGO DE LA CLASE, DEL CAMPESINADO POBRE Y DEL PUEBLO!
¡NO A LA
CONCILIACIÓN DE CLASES SO PRETEXTO DE COMBATIR LA PANDEMIA DEL COVID-19!
¡SI NO
COMBATIMOS AL REVISIONISMO, NADA HABREMOS HECHO!
¡A
CONQUISTAR EL SOL ROJO DE LA LIBERACIÓN: EL COMUNISMO!