¡Proletarios de todos los países, uníos!
¡Vivan
los 200 años del nacimiento del gran Carlos Marx!
Este año el proletariado y todos los
explotados y oprimidos del mundo celebran los 200 años del nacimiento del gran
Karl Heinrich Marx. Con desbordante júbilo los comunistas en todo el mundo
celebramos al fundador de nuestra ideología. Con Marx y el marxismo, se abre el
grandioso capítulo en la historia de la humanidad en donde los hombres, dotados
con la ideología del proletariado, pueden comprender científicamente las leyes
de la sociedad y el pensamiento, comenzando así la lucha consciente por acabar
la sociedad de clases y avanzar hacia el glorioso comunismo.
Marx
y su entrañable camarada Friedrich Engels alzaron por primera vez la voz de
mando: ¡Proletarios
de todos los países, uníos! Consigna bajo la cual se han lanzado a la lucha
revolucionaria millones de obreros en todo el mundo, han logrado poner las
banderas del comunismo en cumbres cada vez más altas: desde el triunfo de la gran Revolución Socialista de
Octubre en Rusia que ha inaugurado una Nueva Era para la humanidad, pasando por
la gran Revolución China en 1949 y docenas de victoriosas luchas de liberación
nacional de las naciones y pueblos oprimidos, a la epopeya de la Gran
Revolución Cultural Proletaria en China, hasta las guerras populares de la
actualidad que persisten incontenibles en Perú, India, Filipinas y Turquía. Y
con ello el marxismo se ha desarrollado a través de su aplicación y en medio de
las más encarnizadas luchas, deviniendo en marxismo-leninismo-maoísmo,
principalmente maoísmo, que es la nueva, tercera y superior etapa del marxismo.
Con destacada y dura brega contra viento y marea en Perú ondea invencible la
bandera del maoísmo y el pensamiento Gonzalo, erguida por el PCP y el
Presidente Gonzalo, jefe de la Revolución Mundial y continuador de Marx, Lenin
y el Presidente Mao.
Reaccionarios y
revisionistas se empeñan, al no poder esconder su todopoderosa e inmortal
doctrina, en mostrar a Marx fragmentado y falseado como el “intelectual de
biblioteca”, como el Marx “humanista”, el “envenenado vengador”, “el
dogmático”. Los revisionistas, viejos y
nuevos, que se esfuerzan en la tarea de vaciar el marxismo de su esencia
revolucionaria se estrellan con su inconfundible definición respecto a la lucha
de clases y la dictadura del proletariado:
“en lo
que a mí respecta, no ostento el título de descubridor de la existencia de las
clases en la sociedad moderna, y tampoco siquiera de la lucha entre ellas.
Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habían descrito el desarrollo
histórico de esta lucha de clases. Lo que yo hice de nuevo fue demostrar: 1)
Que la existencia de clases está vinculada únicamente a fases particulares,
históricas, del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce
necesariamente a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura
solo constituye la transición a la abolición de todas las clases y a una
sociedad sin clases.”[1]
Otros lo
intentan mostrar como “anti-dogmático” en su intento de contraponerlo a quienes
tildan de dogmáticos pero que en verdad han sido sus continuadores, quienes han
aplicado consecuente y creadoramente el marxismo a la práctica revolucionaria
dirigiendo al proletariado a conquistar el
poder y construir el socialismo: Lenin y el Presidente Mao.
Pero
Marx solo hay uno: el genio fundador de la ideología del proletariado, el gran
dirigente del proletariado que sentó las bases teóricas, ideológicas y políticas de la lucha de clases,
y lo guió en sus primeras batallas contra la burguesía y la reacción
europeas, el reivindicador de la necesidad de la violencia revolucionaria y la
dictadura del proletariado, el feroz combatiente contra las falsas teorías que
desvían al proletariado, el revolucionario
ferviente que dedicó la vida entera a la causa del proletariado y que no tenía
más aspiración que su emancipación. Nos corresponde a los Partidos y
Organizaciones marxistas-leninistas-maoístas limpiar el barro que los
revisionistas han echado sobre la figura del gran Marx y devolverles a las
masas proletarias la verdadera imagen del primer gran jefe de la clase.
Algunos
revisionistas dibujan a un Marx encerrado en la biblioteca de Londres. Tratan
con ello de esconder -tras la enorme labor científica realizada por Marx- su
propia traición al proletariado y justificar su capitulación e ineptitud para
dirigir al proletariado y a las masas hacia la toma del poder. Avakian,
revisionista de escritorio, delira al comparar su labor de zapa con los años
que Marx pasó en Londres dedicado a la labor científica para escribir El
Capital, obra en la que desnuda la raíz de la ganancia capitalista, la
plusvalía, esencia de la economía capitalista contemporánea, y demuestra
científicamente la inevitabilidad de que el proletariado barra las caducas
relaciones de producción capitalistas. Como el mismo Marx planteara “mi principal misión consiste hoy en dejar
a la clase obrera una base teórica suficientemente firme y ancha para que le
sirva de punto de apoyo en su organización futura y de arsenal de donde saque
las armas necesarias para luchar con la burguesía”[2].
“Para asegurar el éxito de la revolución es necesaria la unidad del pensamiento
y de la acción. Los miembros de la Internacional tratan de crear esta unidad
por medio de la propaganda, la discusión y la organización…”[3]. Marx se consagró a la labor científica no por
erudición o fama, sino por el contrario -bajo los más encarnizados ataques de
sus opositores y soportando ingentes sacrificios en la pobreza y enfermedad- lo
hizo con el único fin de poner los fundamentos teóricos de la ideología del
proletariado, cuestión que entendía que era de vital necesidad para la causa
obrera pues sentaba las bases ideológicas para su lucha política y su
organización.
Nada
más ajeno a la realidad y al marxismo, pensar que Marx pasó su vida alejado de
las masas y de las luchas revolucionarias. Marx fue siempre un decidido
revolucionario: en su militancia en el periódico de los hegelianos de
izquierda, en la dirección de la Liga de los Comunistas, en su participación en la revolución de
1848 en Alemania, en la minuciosa correspondencia que durante toda su vida
mantuvo con los más variados dirigentes del proletariado, en la constante
publicación de artículos y en ocasiones la dirección de revistas para la
agitación, y finalmente, en la grandiosa conducción que tuvo de la Asociación
Internacional de los Trabajadores, la Primera Internacional, que puso las bases
ideológicas del proletariado sobre las que se edificarían los primeros partidos
comunistas en varios países. Ante la tumba de Marx, Engels dijo: “Marx era, ante todo y sobre todo, un
revolucionario. La verdadera misión de su vida era cooperar de un modo o de
otro al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones del
Estado creadas por ella, cooperar para la emancipación del proletariado
moderno, a quien él por vez primera infundió la conciencia de su propia
situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones que informaban
su liberación”.[4]
Otros
intentan engañar a las masas con un Marx humanista e incluso pacifista. El
fundador de la ideología del proletariado planteaba que “el antagonismo entre el proletariado y la burguesía es una lucha de
clase a clase, lucha que llevada a su más alta expresión, es una revolución
total. Por lo demás ¿hay que extrañarse de que una sociedad fundada en la
oposición de las clases se resuelva en la contradicción brutal, en un choque de
cuerpo como último desenlace?”[5].
Después de la experiencia del proletariado en las revoluciones de Alemania de
1848 y muy especialmente con la gloriosa Comuna de París en 1871, Marx elevaría su
comprensión y sintetizaría aún más la necesidad de destruir la vieja maquinaria
del Estado burgués por medio de la violencia revolucionaria e instaurar la
dictadura del proletariado.
“Marx
en su Crítica al Programa de Gotha en el problema de la correlación entre el
Estado y la sociedad [socialista,
que Marx llama "primera" fase, o fase inferior de la sociedad
comunista], dejó establecido
para siempre : ‘... Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista
—prosigue Marx— media el período de la transformación revolucionaria de la
primera en la segunda. A este período corresponde también
un período político
de transición, cuyo Estado no
puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado...’” [6]
Hoy osan levantar a Marx en contra de la
validez universal de la guerra popular. Plantean que en algunos países no hay
condiciones para iniciar la guerra popular -o revisan el concepto de guerra
popular para dejarlo como huelga política de masas o insurrección- y que
preparar el inicio sería voluntarioso, aventurero o aislado del movimiento de
masas. Marx criticó
duramente aquellos revolucionarios desesperados que se lanzaban a
combates sin las masas creyendo que “el
motor de la revolución no es la realidad, sino la voluntad”[7].
Pero precisamente la realidad no es estática. El desarrollo histórico y
político ha conducido a situación revolucionaria en desarrollo desigual y a la
ofensiva estratégica de la revolución proletaria mundial, situación que exige
la reconstitución/constitución
de partidos comunistas militarizados para iniciar lo más pronto guerras
populares. Quienes predican hoy la huelga política de masas y la insurrección
como estrategia de la revolución -así unos lo denominen estrategia de la guerra
popular para los países imperialistas- son quienes niegan en verdad las
exigencias de la realidad y defienden el consabido camino oportunista de la
acumulación pacifica de fuerzas, antesala del cretinismo parlamentario.
Fue precisamente Marx quien rescató el principio
enérgico de la actividad humana, el “lado
activo” del idealismo y lo llevó al materialismo, refutando a todos los
materialistas contemplativos e instando a una activa práctica revolucionaria
para transformar la realidad, cosa que hoy solo se concreta armando a las masas
parte por parte, incorporándolas en medio de la guerra popular para la toma del
poder. Marx también planteó: “Allí donde
nosotros decimos a la clase obrera: tenéis que pasar por quince, veinte,
cincuenta años de guerras civiles y luchas de pueblos, no solo para cambiar la
realidad, sino para cambiaros a vosotros mismos, capacitándolos para el Poder,
vosotros les decís: ¡O subimos inmediatamente al Poder o nos echamos a dormir”[8]. Voluntariosos y alejados de las masas
son quienes inician o desarrollan lucha armada sin contar con partido comunista
militarizado, guiado firmemente por el marxismo-leninismo-maoísmo aplicado al
propio país. Por este camino llegan tarde o temprano a la predica de “echarse a
dormir,” a acuerdos de “paz” y a la capitulación ante la reacción, negando así
la crisis general del imperialismo y la tendencia histórica y política
principal a la revolución.
Marx fue el jefe
del proletariado que logró la unidad del movimiento obrero en varios países durante los años de la I Internacional, unidad basada en la férrea defensa de los
principios del proletariado y en oposición a la conciliación. Acusado por los
bakuninistas de autoritario y por muchos otros de escisionista, Marx supo que
ya la I Internacional había cumplido su misión histórica y que era mejor que
acabara antes de que muriera asesinada por la unidad sin principios. Hoy la dispersión en el
Movimiento Comunista Internacional solo podrá ser
superada gestando una unidad sobre la base de los principios del marxismo, es
decir sobre una comprensión unificada del maoísmo, que lejos de llevar al
dogmatismo proporciona la base ideológica para la aplicación creadora en cada país, forjando pensamientos guía para
reconstituir/constituir
partidos comunistas que inicien y dirijan guerras
populares.
Marx
siempre confió inquebrantablemente
en el proletariado y nunca, durante los fracasos de sus
primeras luchas, dudó de su misión histórica -científicamente comprobada- de
ser sepulturero del capitalismo. Lejos de caer en desesperación o en
abatimiento, se esmeró por sacar lecciones de sus derrotas temporales para
nutrir el marxismo y sentó también las bases de la lucha contra el
revisionismo. “Todos los apartados
importantes de los anales de la revolución de 1848 a 1849 llevan el epígrafe de
¡Derrota de la revolución! Pero lo que sucumbía en estas derrotas no era la
revolución. Eran los tradicionales apéndices prerrevolucionarios, las
supervivencias resultantes de relaciones sociales que aún no se habían
agudizado lo bastante para tomar una forma bien precisa de contradicciones de
clase: personas, ilusiones, ideas, proyectos de los que no estaba libre el
partido revolucionario antes de la revolución de Febrero y de los que no podía liberarlo la victoria de Febrero,
sino solo una serie de derrotas.”[9]
Aplicando este
análisis de Marx a toda la era de la revolución proletaria mundial, vemos que
nos encontramos ante un proletariado tremendamente fortalecido, que en la lucha
entre revolución y contrarrevolución ha salido victorioso y fortalecido con el
marxismo-leninismo-maoísmo, en dura y cruenta lucha contra el imperialismo y la
reacción, lucha inseparable de la lucha contra todo el oportunismo y
revisionismo.
En
1879, el que años más tarde se consagrara como
el primer revisionista de la historia, E. Bernstein, trató de revivir en su “Examen
retrospectivo del movimiento socialista” aquellas ideas
prerrevolucionarias que Marx condenó y declaró derrotadas en la revolución del
1848. Marx y Engels se lanzaron a la batalla y rompieron filas declarando que: “En
cuanto a nosotros, y teniendo en cuenta todo nuestro pasado, no nos queda más
que un camino. Durante cerca de 40 años hemos venido destacando la lucha de
clases como fuerza directamente propulsora de la historia, y particularmente la
lucha de clases entre la burguesía y el proletariado como la gran palanca de la
revolución social moderna. Esta es la razón de que no podamos marchar con unos
hombres que pretenden extirpar del movimiento esta lucha de clases”[10].
Hoy, la tarea pendiente del balance de las últimas décadas del Movimiento
Comunista Internacional, solo puede llevarse a cabo deslindando claramente los
campos, repudiando el nuevo revisionismo que ha salido derrotado, y
unificándonos en torno a una comprensión más alta del maoísmo.
El llamado del Manifesto
del Partido Comunista y del manifiesto de la I Internacional para el
proletariado era claro: tomarse el poder y subordinar a este objetivo los
intereses inmediatos del proletariado, y según el momento, sin perder el
objetivo final, trazar la táctica adecuada. Por ello Marx siempre orientó con
gran destreza la táctica del proletariado para cada momento y la relación que
debía tener con las otras clases de la sociedad: en tiempos de prosperidad del
capitalismo (que aún no había devenido en monopolista, parasitario y
agonizante) trazó la lucha de los obreros por salario como verdaderas guerras
civiles que prepararan a la clase para la “batalla
futura” y por el “objetivo final”. Defendió el uso de la legalidad en los
periodos de “estancamiento político y
dominio de la legalidad burguesa”[11]
pero condenó severamente al Partido Socialdemócrata Alemán el no haber pasado a
la ilegalidad con firmeza después de promulgada la ley de excepción contra los
socialistas en Alemania. En cuanto a la relación del proletariado con la
burguesía y el campesinado donde no se hubiese consumado aun la revolución
democrática, Marx sentó valiosísimos análisis que sirvieron de guía para lo que
Lenin y el Presidente Mao Tsetung desarrollarían; la burguesía “sin
fe en sí misma y sin fe en el pueblo; gruñendo contra los de arriba y temblando
ante los de abajo”[12].
Y frente al campesinado, Lenin recogería “mientras
en Alemania no se llevó a término la revolución democrática (burguesa), Marx
concentró toda su atención, en lo referente a la táctica del proletariado
socialista, en impulsar la energía democrática de los campesinos”[13], poniendo en la superficie lo
dicho por él y lo que los revisionistas de entonces cuidaran de sepultar: “Todo el problema, en Alemania, dependerá
de la posibilidad de respaldar la revolución proletaria con una especie de
segunda edición de las guerras campesinas”[14].
Se cumplen
también este año los 170 años de la publicación de El Manifiesto del Partido
Comunista, programa del proletariado trazado por Marx y Engels, cuyos
principios hoy tienen validez y vigencia y corresponde aplicarlos. Recalcamos
una vez más el llamado del Manifiesto:
“Los comunistas consideran indigno
ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo
pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social
existente. Que las clases dominantes tiemblen ante una Revolución Comunista. Los proletarios no
tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo
que ganar”.
Celebramos
entonces con júbilo el nacimiento del gigante del proletariado, que bebió de lo
más alto de la humanidad, de la filosofía clásica alemana, de la
economía política inglesa y del socialismo francés, y en lucha con ellas, sintetizándolas y
elevándolas magistralmente, dando a luz la integral ideología científica del
proletariado, que en más de un siglo y medio de duras luchas de clases y luchas de dos líneas ha
devenido en marxismo-leninismo-maoísmo y los aportes de validez universal del
pensamiento gonzalo.
A los comunistas
nos corresponde enarbolar, defender y aplicar, principalmente aplicar el
maoísmo para llevar a cabo revoluciones de nueva democracia y
sin interrupción pasar a la socialista en los países dominados por el
imperialismo – la inmensa mayoría de países y donde están la gran mayoría de
las masas –, revolución socialista en los países capitalistas desarrollados y
sucesivas revoluciones culturales para prevenirse de la restauración,
desarrollar el socialismo y asegurar el pasaje al comunismo. Y esto solo
puede hacerse combatiendo al imperialismo y a la reacción implacable e
indesligablemente del
combate al revisionismo viejo y el nuevo, y su nueva expresión que se
sistematizó y estructuró en las
líneas oportunistas de derecha en el Perú, hoy con su propia organización partidaria revisionista, que
pretende usurpar el nombre del PCP y con sus organismos electoreros de frente
como el Movadef y Fentep, así como combatiendo también a sus otras expresiones,
como son las de Avakian y Prachanda, etc.
Celebremos el bicentenario del nacimiento
de nuestro fundador, el gran Carlos Marx y el
170 Aniversario del Manifiesto del Partido Comunista sirviendo
más y mejor a imponer el maoísmo como mando y guía de la nueva gran ola de la
revolución proletaria mundial, base necesaria para que el proletariado pueda
reconstituir la Internacional Comunista que plasme con guerras populares la
epopeya comenzada por Carlos Marx rumbo a nuestra meta final el por
siempre dorado Comunismo:
¡Proletarios
de todos los países, uníos!
¡Vivan los 200 años del nacimiento del gran Carlos Marx, primer gran Jefe del proletariado!
¡Viva su genial e
inmarcesible obra!
¡Vivan los 170 años del Manifiesto del Partido Comunista!
¡Enarbolar,
defender y aplicar el internacionalismo proletario!
¡Defender la vida y la salud del Presidente Gonzalo con guerra
popular!
!Abajo la Guerra Imperialista! Viva la Guerra Popular!
¡Guerra Popular hasta el
comunismo!
Partido Comunista del Brasil
(Fracción Roja)
Movimiento Popular Perú (Comité de
Reorganización)
Partido
Comunista de Ecuador - Sol Rojo
Fracción Roja del Partido Comunista de Chile
Organización Maoísta para la Reconstitución del Partido Comunista de Colombia
Núcleo
Revolucionario para la Reconstitución del Partido Comunista de
México
Comité Bandera Roja – Alemania
febrero de 2018