¡Proletarios de todos los países, Uníos!
Declaración Conjunta con motivo del Primero de Mayo
¡La Revolución Proletaria Mundial, hoy más que nunca una necesidad histórica!
En 1886, en la alborada del capitalismo industrial norteamericano, cientos de miles de obreros se rebelaron contra la explotación, se rebelaron contra esas relaciones sociales de producción que mostraban claros síntomas de decadencia y comprobaban la contundente crítica marxista a la economía política burguesa. Carlos Marx sostenía que las crisis son inevitables como inevitable es la rebelión, y que esto era manifestación del choque entre las nuevas fuerzas productivas de la sociedad y las viejas relaciones de producción y propiedad. El 1º de Mayo de 1886, esas relaciones de producción y propiedad que continuamente desataban la anarquía en la producción, sumadas a la agudización en las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera; ese heroico día, repetimos, fue testigo de una batalla inolvidable para el proletariado mundial.
Declaración Conjunta con motivo del Primero de Mayo
¡La Revolución Proletaria Mundial, hoy más que nunca una necesidad histórica!
En 1886, en la alborada del capitalismo industrial norteamericano, cientos de miles de obreros se rebelaron contra la explotación, se rebelaron contra esas relaciones sociales de producción que mostraban claros síntomas de decadencia y comprobaban la contundente crítica marxista a la economía política burguesa. Carlos Marx sostenía que las crisis son inevitables como inevitable es la rebelión, y que esto era manifestación del choque entre las nuevas fuerzas productivas de la sociedad y las viejas relaciones de producción y propiedad. El 1º de Mayo de 1886, esas relaciones de producción y propiedad que continuamente desataban la anarquía en la producción, sumadas a la agudización en las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera; ese heroico día, repetimos, fue testigo de una batalla inolvidable para el proletariado mundial.
Cuando en 1886 los obreros de Chicago dieron una justa, tenaz y heroica lucha por las 8 horas de descanso, 8 horas de trabajo y 8 horas de recreación, esta exigencia ya se inscribía en las banderas de la clase obrera en muchas partes del planeta donde la industria moderna se encontraba desarrollada.
Ya antes, en 1871, el proletariado de París, frente a la capitulación de la burguesía francesa frente a Alemania, se subleva y toma el poder. La Comuna de París estableció por primera vez en la historia el poder proletario que duró 72 días y fue derribado por el ataque más feroz y sanguinario de la reacción unida de toda Europa. Y cuando muchos se abatieron frente a la derrota, Marx, examinando rigurosamente el proceso, hizo ver el significado profundo y más importante para la lucha del proletariado que tuvo en la Comuna de París: la necesidad del partido de la clase, el tipo nuevo de Estado que constituye al dictadura del proletariado y el gran aprendizaje histórico de conocer la burguesía en la reacción completa y sacar la lección de la necesidad de conquistar y defender el nuevo poder con las armas.
Después de la derrota de la Comuna siguieron años de desarrollo “más o menos pacífico” del capitalismo que dio base a las ilusiones de la vía parlamentaria y con el paso a su fase monopolista (imperialista) dio origen al oportunismo de tipo revisionista. La lucha entre la línea revisionista de transición pacífica y la vía parlamentaria para el socialismo y la línea marxista de la vía de la violencia revolucionaria condujo obligadamente a una profunda escisión en el campo del socialismo. Escisión esta, que prepararía al proletariado para la primera toma triunfante del poder, paso vanguardizado por el proletariado ruso, bajo la dirección de Lenin y del Partido Comunista de Rusia (Bolchevique), en 1917.
Con la victoria Bolchevique se comprueba en el terreno de la política práctica no solamente que la lucha de clases lleva inevitablemente a la dictadura del proletariado sobre sus enemigos de clase, sino que también, dado el desarrollo del capitalismo como un sistema de opresión mundial imperialista, ésta experiencia de dominación política proletaria adquiere validez universal. Y por ello mismo Lenin y Stalin van a insistir en que la Revolución de Octubre forma parte y sirve a la Revolución Mundial subrayando el carácter esencialmente internacionalista del quehacer de los comunistas en cada país en particular. Queda establecido por tanto que la dictadura proletaria no es un fenómeno local sino uno de validez universal comprobado. Con esto se asesta un golpe práctico y teórico contundente a quienes desde fines del siglo XIX y a principios del XX afirmaban la caducidad de la teoría de Marx en lo que se refería a la dictadura proletaria. Quedaba trazado el camino revolucionario para los países capitalistas.
El imperialismo maduró las condiciones objetivas para la revolución proletaria mundial
Pero Lenin y Stalin señalaron también el papel que le cabría jugar a las naciones oprimidas por el imperialismo, dijeron que la Revolución Proletaria Mundial tenía en estos países una importante reserva. Fue con la Revolución China que se comprendió mejor el papel del proletariado en los países coloniales, semicoloniales y semifeudales con un capitalismo sometido al imperialismo (capitalismo burocrático). Los comunistas en estas naciones no tenían que renunciar al internacionalismo proletario, al contrario llevar en dichos países una lucha nacional contra la opresión imperialista, una lucha democrática contra la semifeudalidad no era opuesto a la lucha por el socialismo, sólo constituía una etapa que una vez cumplida exigía avanzar ininterrumpidamente al socialismo. Pero tal como en Rusia en 1917, esta lucha y sus conquistas sólo podían desarrollarse y defenderse mediante la violencia revolucionaria. De esta manera la Revolución Democrática y la Revolución Socialista, no obstante el carácter social distinto de ambas, tienen una misma perspectiva. En este sentido la primera -al decir del presidente Mao Tsetung- proporciona las condiciones para la segunda. Eso sí a partir de la Revolución de Octubre, la Revolución Democrática era de nuevo tipo, es decir, dirigida ya no por la vacilante burguesía sino por el proletariado revolucionario con su partido comunista a la cabeza.
Extendámonos un poco más: hacia fines del siglo XIX y principios del XX, en la medida que el reparto del mundo entre los distintos imperialismos se consumaba; que la exportación de capitales y la agresiva penetración imperialista cubrían los distintos puntos del orbe, se fue forjando también el proletariado en las colonias y semicolonias. Su origen estaba principalmente en los peones y campesinos sin tierra. El nacimiento del proletariado, aunque escaso numéricamente, fue un acontecimiento de gran significación histórica para nuestros pueblos.
La penetración imperialista impactó nuestras sociedades transformándolas de feudales a semifeudales. El tipo de capitalismo que pasó a desenvolverse en nuestros países fue un capitalismo burocrático, es decir un capitalismo estrechamente vinculado a la feudalidad subsistente y servil al imperialismo; esta situación, a su vez, provocó una profundización del carácter colonial y semicolonial de América Latina, así como también en África y Asia. Este desarrollo además de actuar en el plano económico también impactó en la política y la cultura de nuestros países, y se sirvió de éstas para agudizar las nuevas condiciones de subyugación nacional.
Con el desarrollo de la penetración directa del imperialismo en las colonias y semicolonias sudamericanas también se desarrolló la clase obrera. Efectivamente, el capital imperialista invertido en la extracción de nuestras materias primas, capital destinado a explotar fuerza de trabajo en puertos y ciudades, en sectores del agro o en yacimientos mineros, contribuyó a un crecimiento numérico de los asalariados, pero no tanto como para terminar de barrer con las viejas relaciones sociales y el atraso precapitalistas.
Sin embargo, esta nueva forma de organización de la producción, las nuevas formas de disciplinamiento laboral y sobre todo una nueva forma de explotación del trabajador, en ningún momento pudo contar con un proletariado sumiso y resignado. Al contrario, estas nuevas relaciones sociales de producción encontraron en nuestra naciente clase a un enemigo declarado. Es que existía una larga historia de lucha contra la opresión también en Sudamérica. Expresión en un comienzo de la dictadura de terratenientes (más tarde, dictadura conjunta con las grandes burguesías criollas), los viejos Estados, temían históricamente a la fuerza de las masas pobres, de los campesinos pobres, de las masas campesinas indígenas, de los peones, de los esclavos, quienes en numerosas ocasiones, a lo largo de los siglos, se habían rebelado. No poco trabajo les había costado controlar y aplastar sangrientamente las revueltas, motines y guerras desenvueltas por las masas populares. Así había sido en el pasado.
Posteriormente, los que nada poseían -salvo su fuerza de trabajo-; los que para sobrevivir y obtener sus medios de vida necesitaban ponerla en venta a cambio de un salario; en el proceso de irse formando como clase, los que nada tenían que perder, fueron comprendiendo que en la unidad y la organización los explotados podían convertir su resistencia espontánea en una poderosa fuerza para enfrentar a sus enemigos de clase. Así fueron naciendo sus organizaciones de lucha y su rebelión fue adquiriendo tal grado de desarrollo que los reaccionarios e imperialistas que se disputaban el control de las colonias y semi-colonias, usaron el poder de los viejos Estados para controlar y reprimir a las masas obreras radicalizadas. Todos se aterraban, menos la clase y el pueblo, frente a la posibilidad de una revolución. Como se puede comprender, la clase obrera de nuestro subcontinente irrumpe en la historia en medio de una larga tradición de lucha por la tierra de las masas campesinas, y ha estado llamada desde su nacimiento a ponerse a la cabeza del potencial democrático y revolucionario de los campesinos pobres.
En esta perspectiva el pujante nacimiento del movimiento obrero Sudamericano en particular, así como también en el resto de Latinoamérica y el mundo; nacimiento del movimiento de los que nada tenían que perder porque nada tenían, los pobres, los campesinos, los oprimidos, todos los que sufrían restricciones para desarrollarse en sus respectivos países, tuvieron en el proletariado una fuerza de distinto carácter. Este carácter estaba dado por la misión histórica que el proletariado internacional estaba llamado a asumir y cumplir: liberarse a sí mismo y liberar al conjunto de los oprimidos.
Desarrollando heroicas jornadas de lucha, el proletariado firmó con sangre su acta de nacimiento. Así se forjó el movimiento obrero sudamericano. Bajo estas condiciones de feroz represión y persecución se puso a la cabeza del resto de los oprimidos.
La demanda de las 8 horas prendió rápidamente en toda América Latina. Base material indudablemente existía. Rápidamente también el movimiento obrero en la costa atlántica sudamericana en los puertos, minas y ciudades con naciente industria, comenzaron a escribir esta reivindicación en sus banderas de lucha, lo mismo ocurrió en los países andinos.
La huelga se extendió por todas partes, la clase desbordaba y mostraba su potencial revolucionario, la huelga se constituía en una de sus herramientas para defender sus intereses y enfrentar a sus enemigos. Pero la lucha económica manifestada en la huelga obrera era insuficiente. Es por ello que cada vez más extensas capas del proletariado revolucionario fueron comprendiendo, en medio de la lucha de clases, que la lucha política, la lucha por conquistar el poder y defenderlo mediante la dictadura, era fundamental para dar con el término definitivo de sus infames condiciones de vida y trabajo, eran insustituibles para poner fin a la moderna esclavitud asalariada.
El debate al interior del movimiento en torno a qué camino seguir, va a ser sacudido por un acontecimiento que estremecerá a la opinión pública mundial, sembrando el terror entre las clases dominantes y el júbilo entre los explotados.
Retomemos la significación de la Revolución de Octubre.
La Revolución Bolchevique de 1917 abrió una Nueva Era
El triunfo en 1917 del proletariado en Rusia jalonó la historia mundial hacia una nueva era, la de la Revolución Proletaria. También la historia latinoamericana fue jalonada por este importante acontecimiento.
La clase obrera sudamericana también sintió como un triunfo propio la conquista del poder por los suyos en Rusia. Las salvas de la Revolución de Octubre llenaron de renovado ímpetu el corazón de los explotados y la palabra bolchevique, que tan despectivamente utilizaban las clases reaccionarias para referirse a todo lo que consideraban pernicioso en el movimiento obrero, se escribió con trazo indeleble en las altivas frentes proletarias e incluso comenzó a aceptarse con verdadero orgullo hasta por otras capas de la sociedad, especialmente de la juventud.
Esta situación trajo consigo un salto en la maduración del proletariado latinoamericano. Esto significó un grado mayor en la conciencia política de los asalariados.
No obstante el apoyo general que la Revolución Bolchevique despertó entre los diversos círculos obreros revolucionarios, ésta Revolución renovó la polémica en el seno del proletariado conciente y constituyó un punto de referencia en la difícil tarea de barrer con las nocivas influencias de las distintas corrientes oportunistas (“izquierda” o derecha) que disputaban la dirección del movimiento. Fue en medio de la más enconada lucha de clases contra los enemigos de todo ropaje, que el proletariado, dando un salto en su conciencia revolucionaria, constituyó en las décadas del 20 y 30 sus Partidos Comunistas.
En la mayoría de nuestros países nacían, así como en distintos puntos del planeta, los estados mayores revolucionarios; luminosas secciones de la Internacional Comunista fundada por Vladimir Ilich Lenin.
Nuevas batallas se emprendieron en las décadas que siguieron. El imperialismo norteamericano, por su parte, consolidaba su dominación desplazando a Inglaterra y Alemania en la disputa por América Latina. En este mismo periodo (décadas del ‘30, ‘40 y ‘50) el capitalismo burocrático comenzaba a desarrollarse y profundizarse. Fue también en estos años, particularmente después de 1935, que una línea oportunista de derecha comenzó a predominar en los Partidos Comunistas. Una interpretación oportunista de la línea de revolución nacional-democrática, y de Frente Popular llevó a los Partidos y al proletariado a ponerse a la cola de una u otra fracción de la gran burguesía. El cretinismo parlamentario, el economicismo, el pacifismo, la táctica del “mal menor”, la política de “acumulación parsimoniosa” de fuerzas, fueron postrando a los partidos frente a sus enemigos de clase.
Peor aún y considerando el carácter semifeudal de nuestras sociedades, una cuestión fundamental para la conquista del poder se había dejado prácticamente abandonada o conducido sin perspectiva: el trabajo político revolucionario entre las masas de campesinos pobres. Entonces, el aislamiento relativo respecto al campesinado, la repercusión que esto tuvo en la vacilación respecto al camino a seguir, llevó finalmente que el revisionismo contemporáneo (jruschovismo y sus antecedentes en el browderismo y el titoísmo) sirviera de base teórica a las tesis oportunistas que ya desenvolvían parte importante de las direcciones en los Partidos Comunistas suramericanos, especialmente en la década de los ’50.
La Revolución China ha traído nuevos avances
De forma distinta aconteció con la lucha de clases en oriente, donde el pueblo -conformado por obreros, campesinos, intelectuales revolucionarios, pequeña burguesía e incluso sectores de la burguesía media (burguesía nacional)- bajo la dirección de los comunistas alcanzó la victoria de la Revolución China (Revolución de Nueva Democracia) en 1949, ampliando el campo socialista mundial, llevando con esto al equilibrio de fuerzas entre proletariado y burguesía, entre socialismo y imperialismo.
La influencia de la Revolución China y del presidente Mao Tsetung, se acrecentó con la lucha contra el revisionismo contemporáneo. Esta nueva manifestación del oportunismo encarnado en la dirección del PCUS y de la URSS, este nuevo ataque al marxismo-leninismo, fue tenazmente resistido por los comunistas chinos y albaneses. Esta importante lucha por la defensa de los principios legados por Marx, Engels, Lenin y Stalin repercutió en todo el mundo. En Sudamérica gran parte de los Partidos Comunistas vivieron una intensa lucha en su interior. Incluso antes de que se diera a conocer a la opinión pública internacional, algunos comunistas consecuentes ya venían denunciando y dando la lucha de líneas contra las direcciones oportunistas. Con la publicación a mediados de 1963 de la Carta de los 25 Puntos (“Proposición acerca de la Línea General del Movimiento Comunista Internacional”), y por lo tanto, la irrupción pública de la Gran Polémica, los auténticos comunistas de todo el mundo y en particular en Sudamérica, recibieron una contundente base teórica en su lucha ideológica contra las posiciones revisionistas. Pronto, el proletariado revolucionario y sus cuadros más esclarecidos se vieron en la tarea de reconstituir los partidos, entrando en un largo proceso que aún no ha concluido para todos. Uno de los ejemplos más importantes y preclaros de esta lucha nos ha sido dado por el Partido Comunista del Perú bajo el liderazgo de Abimael Guzmán, presidente Gonzalo.
Por otro lado, la desviación hacia la derecha y posteriormente al revisionismo y la capitulación de las direcciones de los Partidos Comunistas sudamericanos, también debió coexistir con el desarrollo político de corrientes demagógicas que pretendían defender un supuesto latinoamericanismo, un antiimperialismo pequeño burgués fantoche; una supuesta independencia y libertad, ya sea frente, a la “intromisión” de la III Internacional, así como frente al imperialismo yanqui. En este mismo periodo parte importante del movimiento obrero sudamericano, carente de una dirección decidida y clara, terminó a la cola de distintas fracciones de las grandes burguesías. Parte importante de la clase obrera fue engañada por los así llamados “populismos”, que en la práctica representaban a la demagogia fascista o social fascista, al corporativismo y al socialcorporativismo. Incluso aprovechándose de los errores en el trabajo campesino por parte de las direcciones oportunistas de los Partidos Comunistas sudamericanos, la gran burguesía logró llevar a parte del campesinado a ponerse en contra de la clase obrera.
Frente a toda esta situación constituyó en un comienzo un hecho de gran significación para el movimiento social y revolucionario latinoamericano la Revolución Cubana, alcanzando un gran influjo en América del Sur, patentizó a fines de los ’50 la violencia revolucionaria como única vía para la liberación del pueblo. Sin embargo, pronto esta revolución detuvo su avance y se puso a la cola del revisionismo contemporáneo y comenzó a desenvolverse como semicolonia del socialimperialismo soviético.
Revisionismo moderno y Revolución Cultural
Otro hecho de mayor trascendencia histórico-mundial es el desarrollo durante diez años en China de la Gran Revolución Cultural Proletaria (GRCP). Iniciada en 1966, mostró al mundo entero el camino para librar la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado y durante el periodo de transición y construcción socialista. Cuestión no resuelta en la URSS, así como en los restantes países socialistas, en los cuales, la dictadura del proletariado, tras un golpe revisionista, se había transformado en una dictadura burguesa; los gobiernos de democracia socialista, se convirtieron en socialfascistas, y finalmente llevaron, en el caso particular de la patria de Lenin y Stalin, a convertirla en una superpotencia imperialista.
Los auténticos comunistas sudamericanos hicieron suyas las banderas de la GRCP propagandizando sus avances en el seno de la clase obrera, el campesinado pobre, los estudiantes y la pequeña burguesía urbana. No obstante la significación histórica de la GRCP, los ataques no se hicieron esperar, esta vez fue el turno del hoxismo (revisionismo del Partido del Trabajo de Albania), que después de 1976 vanamente intentaron combatir el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung, (como se concebía a la época). Nuevamente el movimiento comunista internacional, y el sudamericano en particular, sufrieron en sus filas una importante escisión y deserción hacia el campo oportunista a fines de los ’70. En la vereda opuesta un puñado de comunistas prosiguió cumpliendo con la tarea de la reconstitución del Partido Comunista del Perú, e inició, en mayo de 1980, la Guerra Popular en los Andes. Treinta años han transcurrido desde ese imperecedero hito, treinta años que han brindado a las masas de campesinos pobres, al proletariado y a los comunistas del mundo, la plasmación de su ideología científica, el marxismo-leninismo-maoísmo, en contundentes hechos armados.
Los comunistas sudamericanos, los marxista-leninistas-maoístas de la región, reconocemos sin reservas que las salvas de la Guerra Popular en el Perú, han contribuido a los procesos de reconstitución de los Partidos Comunistas en nuestros respectivos países. Estas salvas nos han traído el marxismo-leninismo-maoísmo y los aportes de su aplicación al Perú, el pensamiento Gonzalo.
La ofensiva general de la contrarrevolución y la Nueva Gran Ola de la Revolución Mundial
La Revolución Proletaria Mundial ha enfrentado y seguirá enfrentando enemigos poderosos a pesar de que, como en el caso del imperialismo, sean agónicos. Esto determina el carácter prolongado que tendrá la lucha entre revolución y contrarrevolución, polarizando aún más la situación mundial.
En este sentido, el imperialismo yanqui se ha convertido en el mayor opresor contemporáneo y debemos combatirlo con denodado vigor. Pero no es el único enemigo de los pueblos del mundo, también lo es el imperialismo europeo, el ruso, el japonés, el chino. Todos estos enemigos del proletariado, pueblos y naciones oprimidas llevan en sí mismos el germen de su propia destrucción. La rebelión se justifica y la contrarrevolución está condenada al fracaso, todo esto es una necesidad histórica.
En la actual crisis económica, la socialización de la producción y el relativo desarrollo de las fuerzas productivas por un lado; y por otro, la desfalleciente competencia capitalista, más bien, monopolista, han provocado la superabundancia de mercancías. Una vez más la producción se detiene y millones de seres son arrojados a la calle. Esto es la anarquía en la producción y nuevamente ha quedado en evidencia ante esta nueva crisis. Pero el sistema imperialista mundial ya desde antes viene desenvolviéndose dentro de una crisis general irrecuperable que se manifiesta cruelmente en que la profunda pobreza de las masas a nivel mundial es la otra cara de la superabundancia de mercancías. Se expresa particularmente cuando el imperialismo yanqui, al desatar la crisis sobre las espaldas de los obreros, no hace otra cosa que frenar el desarrollo de las fuerzas productivas.
Hoy día la socialización de la producción y el trabajo han alcanzado niveles nunca antes vistos. Al revés, la propiedad privada, el capital y la riqueza producida socialmente jamás habían alcanzado tan alto grado de centralización y concentración en un reducido puñado de países y de sus respectivas burguesías monopolistas. Por un lado la producción es más social que en cualquier época histórica anterior y por otro la apropiación es privada e individual con niveles de concentración desconocidos hasta ahora.
Las relaciones de producción imperialista descritas anteriormente, las relaciones de propiedad que estas entrañan, son justamente las causantes de las crisis económicas cíclicas y de la crisis general que se viene arrastrando hace décadas. Millones de obreros deben sufrir la cesantía, las malas condiciones de trabajo, los salarios de hambre, las largas y extenuantes jornadas de trabajo. Miles de millones de trabajadores, incluyendo niños y mujeres viven en una ominosa situación de esclavitud.
Una reducida gavilla de potencias y superpotencia oprimen a la mayoría de la población mundial. En todo el mundo el imperialismo oprime, directamente o a través de sus lacayos y reaccionarios locales a millones de obreros, a millones de campesinos pobres; cientos de miles de trabajadores independientes deben sufrir todo tipo de restricciones (entre ellos a la burguesía media). En las semicolonias dominadas por la barbarie imperialista, además de este ominoso sistema de opresión internacional, aún subsisten arcaicas relaciones de producción que ya hace siglos la historia decretó como caducas. Es el caso de la semifeudalidad e incluso el esclavismo. Basta una crisis económica, una inundación o un terremoto para dejar al desnudo la costra de crecimiento que quieren promocionarnos como desarrollo.
Aún cuando el imperialismo norteamericano, parasitario y en franca descomposición, demostró que podía sobrevivir, esta bestia agonizante lo ha hecho al precio de mostrar aún más su ruta de sangre y horror que se ha plasmado a lo largo de su nefasta historia en guerras imperialistas mundiales, en guerras de opresión y rapiña, en golpes de estados, invasiones, genocidios, escuelas de tortura, o mediante formas no violentas como los cuerpos de paz, las Ong´s, los “intercambios académicos”, etc. El imperialismo yanqui se ha vuelto cada vez más violento y militarizando, cada vez más incluso, con la propia sociedad norteamericana.
Pero la opresión engendra rebelión. Repetimos, tal como se comprueba día a día, el imperialismo es explotación y opresión para miles de millones de personas, esta situación es la base de la rebelión y la resistencia de explotados y oprimidos.
Las rebeliones de masas producidas en los países imperialistas se van haciendo más frecuentes; de esto estamos siendo testigos en las últimas décadas con la rebelión en Los Ángeles, EE.UU., en 1992, con la revuelta de los jóvenes en Francia y que se extendió varias ciudades europeas. Lo mismo aconteció en Grecia o con el levantamiento de los jóvenes en Irlanda del Norte donde incluso la lucha armada, así como en el País Vasco, han sido una constante pero han carecido de una dirección proletaria, única garantía de llevar adelante la revolución socialista en los países capitalistas por el camino de la violencia revolucionaria concretada en Guerra Popular hasta establecer la dictadura proletaria y avanzar al comunismo.
Así mismo, las luchas de liberación nacional en Palestina, las guerras de resistencia en Irak y en Afganistán, la lucha armada en Filipinas, y fundamentalmente la forma más alta: las guerras populares en las naciones oprimidas por el imperialismo, como en Perú e India, no son otra cosa que la rebelión de las fuerzas productivas contra las podridas relaciones sociales de producción imperialistas y contra los resabios semifeudales que mantienen en las semicolonias. La revolución es una necesidad histórica y es la tendencia principal de la historia mundial. Esto también se comprueba día a día. En pocas palabras, esto se plasma, como dijera Lenin, en las guerras justas contra las guerras injustas.
Vista la situación en su conjunto, las vastas zonas de Asia, África y América Latina continúan siendo las zonas donde convergen las contradicciones en el mundo contemporáneo y siguen constituyendo los centros de la tempestad de la Revolución Mundial. La revolución democrática nacional (revolución democrático burguesa de nuevo tipo, dirigida por el proletariado y destinada a establecer una forma particular de dictadura proletaria) es hoy una parte integrante de la revolución proletaria mundial y está a la cabeza de la nueva gran ola de ésta, tal como lo indicara la Declaración de los 25 puntos hace 47 años atrás. La revolución es la única vía para que el proletariado y las masas oprimidas puedan liberarse y construir un nuevo poder.
Combatir el revisionismo y todo oportunismo implacablemente para liberar la gran energía revolucionaria de las masas
Pero la Nueva Gran Ola de la Revolución Proletaria Mundial debe enfrentar viejos peligros pero con ropajes nuevos. Décadas de oportunismo y economismo han conformado una dura y resistente costra en el movimiento popular que sirve los intereses de una u otra facciones de las grandes burguesías. Esta costra conforma la base social del revisionismo, el reformismo, el socialfascismo y el socialcorporativismo. En respuesta a los pecados de derechismo del movimiento, el oportunismo de “izquierda”, busca penetrar en los sectores descontentos de la juventud y de la pequeña burguesía urbana. Todas tendencias que los revolucionarios debemos combatir arduamente en el seno de las masas, únicas hacedoras de la historia.
Nuevamente han aparecido en el escenario internacional corrientes revisionistas, sólo que ahora se manifiestan en el seno mismo de los marxista-leninistas-maoístas. Es el caso de la LOD (Línea oportunista de derecha, revisionista y capitulacionista) en Perú y sus distintas réplicas en muchos países, o el prachandismo en Nepal y sus repercusiones tanto dentro como fuera del MRI (Movimiento Revolucionario Internacionalista).
El avance de la lucha de masas en el subcontinente ha llevado a las clases reaccionarias a formas de gobiernos que no son nuevas en América Latina. Por ejemplo en Bolivia, Venezuela y Ecuador, los gobiernos reformistas vienen corporativizando el movimiento de masas y de hecho mantienen engañado y confundido a una parte importante del pueblo. Esto ya sucedió en el pasado con gobiernos como el de Vargas en Brasil, Perón en Argentina, Allende en Chile, Velasco en Perú, Paz Estenssoro en Bolivia, por nombrar algunos. Sin destruir los viejos Estados (dictadura conjunta de terratenientes y gran burguesía) con guerra popular, sin expulsar al imperialismo, sin derrotar a las clases reaccionarias nada tendrá el pueblo salvo migajas y desilusiones.
Por último, sin partidos comunistas a la cabeza del proletariado y el pueblo toda conquista será efímera; sólo construyendo el nuevo poder mediante la guerra popular sus conquistas podrán ser defendidas y ampliadas llevando la revolución hasta el fin.
Los comunistas bregamos por un nuevo tipo de movimiento obrero, clasista revolucionario que impulse una efectiva alianza obrera-campesina como base para un frente de todas las clases revolucionarias.
El proletariado revolucionario latinoamericano ha sabido atraerse a las masas de campesinos pobres en el pasado, lo está haciendo hoy y lo continuará haciendo.
Este 1º de mayo se nos plantea como una nueva jornada de lucha popular y combativa contra la reacción, el imperialismo y las distintas formas de oportunismo. Una jornada de lucha contra el revisionismo, el capitulacionismo y contra el prachandismo.
Solo la Guerra Popular nos librará de las cadenas del atraso semifeudal, del capitalismo burocrático y de nuestra condición semicolonial.
Nuestra declaración conjunta vuelve a plantear la necesidad de la unidad del proletariado mundial y en particular el sudamericano. Tiene el significado profundo de que los comunistas, los marxista-leninista-maoístas tienen ante sí la tarea de ponerse a la cabeza de las masas oprimidas, de obreros y campesinos pobres, llevar sus luchas hacia una nueva etapa tal como lo viene haciendo el movimiento revolucionario en Perú y en la India.
Los distintos regímenes de América Latina se han vuelto cada vez más reaccionarios golpeando a las masas populares en su incontenible avance. Este avance viene expresando su agudización en Perú con la Guerra Popular dirigida por el PCP pero además viene manifestando sostenidos avances en las tareas del proletariado sudamericano por reconstituir Partidos Comunistas militarizados.
La crisis general del imperialismo ha puesto a la Revolución Proletaria como la única solución de continuidad a nivel mundial. La contradicción entre naciones oprimidas e imperialismos (principalmente el norteamericano), sigue siendo la principal. Esto deja al proletariado de las naciones oprimidas ante el reto de dirigir las revoluciones democráticas y avanzar ininterrumpidamente hacia el socialismo y nuestra meta inalterable: el comunismo.
En las luminosas trincheras de combate en Perú, India, Filipinas o Turquía, justamente ahí donde la terrible, mezquina y salvaje maquinaria represiva enemiga intenta vanamente ensañarse con nuestros camaradas comunistas combatientes y doblegar la moral revolucionaria, decimos con más fuerza que nunca, nuestras voces no serán jamás apagadas.
Ahí donde de la boca del fusil nace lo nuevo; ahí donde paso a paso se construye el nuevo poder o se prepara el inicio de la lucha armada y el desarrollo de la Guerra Popular y se destruye parte por parte al viejo Estado; ahí, justamente ahí donde un comunista necesariamente se une a otro y marchan juntos delante de los oprimidos en un solo torrente de violencia revolucionaria, unidos en una sola voz entonando su himno, La Internacional, es precisamente ahí, donde comienza a despuntar un nuevo amanecer que ya en 1871 o un 1º de Mayo en 1886 el proletariado regó con su sangre inextinguible.
Muchos manifiestos se han escrito con motivo del 1º de mayo, el oportunismo y todos nuestros enemigos de clase han intentado convertir esta fecha en una rutina fútil, un rito vacuo y somnoliento, pero el proletariado conciente responde enarbolando su bandera roja, aquella antorcha que ilumina el camino hacia el cumplimiento de su misión histórica.
El porvenir de América Latina descansa sobre los hombros del proletariado y en su más seguro aliado, el campesinado pobre, unidos conformarán una alianza indestructible que permitirá unir en torno suyo a las restantes clases y capas revolucionarias de la población.
¡VIVA EL PROLETARIADO INTERNACIONAL!
¡VIVA LA GUERRA POPULAR EN PERU Y LA INDIA!
¡ABAJO EL IMPERIALISMO YANQUI!
¡POR UN PRIMERO DE MAYO ROJO Y COMBATIVO!
PARTIDO COMUNISTA DO BRASIL FRAÇÃO VERMELHA – P.C.B. (FV)
FRENTE REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO (MARXISTA-LENINISTA-MAOÍSTA) BOLIVIA.
UNIÓN DE REVOLUCIONARIOS COMUNISTAS (MLM) CHILE
PARTIDO COMUNISTA DEL ECUADOR SOL-ROJO