"combatir es sobrevivir,
hacer la paz es perecer", es la conclusión de los partidarios de la
resistencia; "hacer la paz es sobrevivir combatir es perecer", es la
conclusión de los partidarios de la paz."[1]
Presidente
Mao Tse-tung
El hecho de
que las FARC haya firmado un tratado de paz con el gobierno colombiano no llama
la atención. Si bien es cierto ha estado
combatiendo aproximadamente por 50 años, la mitad de éstos se la ha pasado proponiendo
“cese al fuego” “cese de hostilidades”,
“crear mesas de diálogo”, “construir la paz”, “cese al
fuego bilateral”, “cese al fuego unilateral” etc., etc.
En 1982, bajo
el régimen de Belisario Betancourt, las FARC y el estado lograron definir
mecanismos que los aproximó a una serie de tratativas por la “paz”, dando apertura
a una práctica política que desconcertó no solo a sus interlocutores (el viejo
Estado de Colombia) sino al resto de guerrillas en Latinoamérica.
En 1984 Betancourt
logra la desmovilización de algunos combatientes de las FARC y éstas dan paso a
la conformación de la Unión Patriótica (UP), una estrategia que argumentaba la
creación del “frente legal”, constitucionalista; una peligrosa dualidad
política que terminó con la vida de la mayoría de sus miembros.
Con Gaviria
no fue diferente y con Pastrana menos aún (1998). De hecho, aquí las FARC logran
que el gobierne les entregue una importante zona en el Caquetá[2],
todo para generar el ambiente que
permitan converger en la mentada “paz.” Obviamente, se avanzó en el tema pero
no se pudo materializar. Y así hasta nuestros días donde la “crónica de una muerte anunciada” devino en
una muerte cierta y que de hecho, al parecer, ya tomó forma y encontró su nicho
dentro del espacio de movilidad política de la democracia burguesa.
Podríamos
considerar que los orígenes de las FARC en Marquetalia reflejó un esfuerzo
objetivo por sostener una justa guerra campesina, que expresaba las profundas
contradicciones existentes entre los grandes terratenientes y los campesinos
sin tierra. Las relaciones de producción feudal y semifeudal que pervivían para
entonces delineaban el camino a seguir.
Si bien es
cierto éste fue un ejercicio democrático burgués, es evidente que la ausencia
de una correcta dirección de clase hizo que el proceso poco a poco tome
distintos rumbos hasta anidar en el reformismo pequeño burgués y éste se mimetice
en el discurso seudo marxista.
Posiblemente
la mutación ideológica de las FARC se torna dramática cuando deciden alinearse
a una de las expresiones más protervas del revisionismo: Jrushov y demás
sátrapas de la reacción social imperialista. Es importante decir que tampoco perdieron
la perspectiva del guevarismo, de ahí ese espíritu de errantes y la suicida
subestimación del papel de las masas en la guerra revolucionaria.
El “bolivarianismo” ha sido –en términos
ideológicos- lo que ha fortalecido ese catalizador revisionista para ponerlos a
la cola de la gran burguesía, de los grandes terratenientes, haciéndole el
juego al imperialismo con su estrategia latinoamericana de “desmovilización de los movimientos armados”
y desde luego, al revisionismo castrista que tampoco cede en su esfuerzo por
seguir siendo el partero del desencanto.
La
importante estructura militar de esta guerrilla y la no menos decidora capacidad
de fuego ha desconcertado a muchos revolucionarios en el mundo. La radicalidad
en el método le ha sido útil para disimular el raquitismo ideológico. Es decir,
radicales con las armas-débiles en la ideología. Fortaleza
reformista-escualidez revolucionaria.
Lejos están
las FARC de haber sido una guerrilla revolucionaria. Su reformismo ha estado
expuesto permanentemente. Quizá las declaraciones últimas de su comandante, Timoleón
Jiménez (Timochenko) tienen la capacidad de simplificar su esencia política e
ideológica:
“…Este
no es un proceso que va encaminado contra el empresariado. Este no es un
proceso que va encaminado a tumbar el Estado colombiano, es un proceso que está
tratando de generar las condiciones para que en Colombia se produzcan
transformaciones para que nos dejemos de matar por las ideas que cada uno
defienda”
“…nosotros lo que queremos es una Colombia que se desarrolle. Que
se desarrollen las fuerzas productivas. Necesitamos rescatar la industria
nacional, que rescatemos las riquezas…”
Como suelen
decir los abogados, “a confesión de
parte, relevo de pruebas”. Es obvio
que este discurso no es nuevo, no es producto de la coyuntura que vive las
FARC, o por lo menos su espuria comandancia, este ha sido el sentir político
que ha venido arrastrando por décadas. Ni
contra los empresarios, ni contra el estado. “Desarrollar las fuerzas
productivas”, qué interesante, nomás se les olvida que en el seno de esas
fuerzas productivas hay relaciones de producción y que esas relaciones generan ANTAGONISMOS IRRECONCILIABLES y que éstos solo
pueden ser resueltos con violencia revolucionaria, o habrá que preguntar a la
gran burguesía, a los grandes terratenientes y al imperialismo si están
dispuestos a dejar de lado sus intereses sin oponer cruenta resistencia (¿?).
Ya en la práctica las cosas no se mostraban diferentes.
Basta aquel acertado análisis que hacen los camaradas de la UOC (Unión Obrera
de Colombia) de que las FARC terminaron disputando a los terratenientes, al
estado, paramilitares (etc.) la renta
extraordinaria del suelo, dejando en el camino a dos grandes perjudicados:
el campesinado pobre y al trabajador asalariado. En los hechos el reformismo se volvió anti
popular, y desde luego, anti proletario.
No se puede
soslayar esas grandes campañas militares emprendidas por las FARC que no
apuntaban a destruir y construir, a generar Poder, en absoluto, básicamente
esos combates solo apuntaban a constituirse en verdaderos mecanismos de presión
para inducir a los distingos gobiernos de turno asistan a las famosas mesas de
negociación en condiciones afables a los intereses de la comandancia.
Pero hay que
ver precisamente qué hay detrás de la “pacificación” de las FARC. Al respecto
no nos queda duda alguna, se trata de mimetizar la derrota del revisionismo
armado en Colombia en un aparente “estancamiento de la guerra”[3].
Ese es el punto, sin desestimar el hecho de que los movimientos armados de este
orden, por ahora, no le son funcionales al imperialismo ni a la reacción que
los utilizan como pretexto para desatar la más despiadada represión contra la
justa rebelión popular, y con esto DESARMAR IDEOLÓGICA Y ORGANIZATIVAMENTE A LA
CLASE Y A LAS MASAS.
La
desmovilización de las FARC se levanta desde el discurso de la falsa paz
burguesa que contrasta total y antagónicamente con el justo y legítimo anhelo que tienen las masas
de la paz, pero no de aquella que enuncia Obama, Raúl y Fidel Castro, Santos,
sus generales y las FARC[4],
sino la paz que se conquista eliminando las relaciones de producción que
generan explotación, oprobio, miseria, hambre, dolor. Las masas, y en ellas muy
particularmente el proletariado, claman la paz que implica el cese definitivo de
esa violencia integral, multifacética, multilateral que genera un país sometido
por el imperialismo y un régimen productivo incompatible con los requerimientos
históricos de los trabajadores y demás masas explotadas.
Hay que
resaltar un tema de importancia. No es que el proletariado y pueblos del mundo
nos acongojemos porque las FARC se desmovilizan o que lamentemos que lo hagan y
por eso les gritemos ¡capituladores!, ¡traidores!, pues hacerlo (desde una
posición unilateral) sería asumir que su programa de lucha, sus formas de
organización, de combatir y sobre todo su base o fundamento ideológico era el
correcto, o más aún, que las masas se vayan a quedar “huérfanas” de dirección
revolucionaria, ¡NO!, ¡EN ABSOLUTO!; de todas formas a quiénes han traicionado
ha sido a sus propios compañeros y obviamente al pueblo de Colombia que se
tragó el cuento de esa revolución (bolivariana) y que generosamente entregó su
sangre que al final de cuenta ha sido traficada para fortalecer la tesis
burguesa de la falsa universalidad de concepciones sobre el estado, la paz, la
democracia, la libertad, y desde luego, la avaricia política de sus comandantes
que con sueños de perro se ven como congresistas o sentados en los demás
aparatos burocráticos del viejo estado.
No dudamos que
en la base y cuadros medios de las Farc haya sectores comprometidos verdaderamente con su
pueblo. Pero ese compromiso perderá totalmente sentido si es que no está
dirigido por la línea ideológica correcta (proletaria), si no tiene el respaldo
de un Partido Comunista correcto, con una plataforma de lucha coherente con la
realidad colombiana y desde luego, bajo el fundamento de la Guerra Popular.
Persistir en lo que hasta aquí ha sido las FARC será como vivificar un cadáver
político que después de unos cuantos pasos volverá a caer y la reedición de
nuevo acuerdo no tardará en presentarse.
LAS FARC Y
EL ECUADOR
El impacto
que tiene la capitulación de las FARC en el Ecuador tiene mucho peso, quizá más
que en otros países.
Históricamente
el Ecuador ha sido la “trastienda” de la guerrilla colombiana. El apoyo que ha
entregado esta guerrilla a los “revolucionarios” ecuatorianos ha sido variopinto.
Los esfuerzos del revisionismo hoxista del EPL que se alojó en el PCMLE y que
no pasó de convertirse sino en un esperpento revisionista sin luz, sin
claridad, sin ninguna capacidad de calar en el seno de nuestro pueblo.
Posteriormente el M19 generó AVC, una organización discordante que repetía paso
a paso lo que hizo su mentor. El ELN y su
incidencia en pequeños grupos que jamás maduraron o terminaron de despegar
porque hay que reconocer, la guerrilla colombiana transmitía el formato
completo: ideología, formas de organización, propuesta armada y desde luego,
otras tantas taras que se han convertido en un férreo obstáculo para el
desarrollo de verdaderos procesos revolucionarios en el país.
Los
revolucionarios ecuatorianos se han quedado atados a ser un instrumento
logístico de la guerrilla colombiana, su retaguardia estratégica.
El mensaje
que remite las FARC y todos sus acólitos en el país es el de la paz, de la paz
burgués-terrateniente, la paz del desarme pero que deja absolutamente abiertas
todas las heridas que no podrán ser sanadas por los fueros electorales,
burocráticos, constitucionales.
En el país ya
salieron los revisionistas a emitir sus cacareados argumentos con la intención
de justificar lo sucedido en Colombia, pero más allá de eso, a confundir a las
masas y a la clase sobre sus tareas fundamentales de frente a organizar y
preparar la Guerra Popular como único mecanismo y vía válida para la
destrucción del viejo estado y la construcción del Nuevo Poder.
El PCMLE: “La
lucha armada como vía para conquistar el poder no ha fracasado; las
circunstancias político-sociales obligan priorizar otras formas de lucha de las
masas que permitan una mayor y más rápida acumulación de fuerzas para tomar el
poder”.
El Partido Comunista Ecuatoriano:
“Saludamos los procesos fructíferos de paz en Colombia. Que este cese al fuego
sea el inicio de un cambio en la hermana patria colombiana”.
El Partido Socialista Ecuatoriano: “Una
Colombia sin conflictos armados será una gran oportunidad para la consolidación
democrática y para la cristalización del enorme potencial económico del país (…)
La
paz es un viejo y profundo anhelo de la sociedad colombiana, su concreción
requiere que la sociedad abandone su postura expectante y participe activamente
en su construcción”.
Y bajo ese mismo tenor otros sectores del revisionismo y del oportunismo sueltan
sus vómitos que esparcen las aparentes bondades de la “participación democrática, de
la paz, del “adiós a las armas”.
El mensaje
que remite la desmovilización de las FARC a través de sus voceros ecuatorianos
es el de inviabilidad de la violencia revolucionaria, a la final, para ellos,
50 años de guerra no ha dejado sino solo destrucción y víctimas, reduciendo el
problema de la guerra a su tara ideológica y a su estrategia de guerra caduca e
incompatible con la realidad de nuestros pueblos.
El mensaje
de la desmovilización de las FARC que recoge el régimen del fascista Correa es
de que no todos van a entregar las armas y hay que tener en pié de alerta a las
FFAA para neutralizar la serie de bandas delincuenciales que se van a formar y
que “vendrán al país a delinquir”. Eso es lo que piensa el régimen correista de
los combatientes de las FARC, que son “delincuentes en potencia”. Y bajo ese
argumento los aparatos represivos se sigan tragando el presupuesto nacional y
den rienda suelta a su voracidad represiva con todos aquellos que no comulgamos
con esa “paz”.
Sobre los
propósitos afines a los de las FARC, fascista Correa, hace algunas semanas,
anunciaba al país que el gobierno se constituiría en un interlocutor entre el
régimen paramilitar de Santos y la guerrilla guevarista del ELN para que
adelanten conversaciones de desmovilización en el Ecuador.
Que lo sepa el
ELN, que lo sepa el gobierno narcoparamilitar de Santos, que lo sepa el fascista
de Correa, nuestro pueblo y su clase de vanguardia, el proletariado, rechaza la
presencia de delegados del viejo estado de Colombia y de miembros del ELN en
territorio nacional utilizándolo como base del imperialismo para desplegar su
estrategia de desarme de los pueblos y deslegitimar el uso de las armas como
legítimo derecho de los explotados.
LA
DESMOVILIZACIÓN Y SUS FACILITADORES
El rol que
ha cumplido la pútrida dirigencia cubana en todo este proceso ha sido crucial.
Ya desde
hace algunos años Fidel Castro se ha dedicado a deslegitimar el uso de la
violencia para la conquista del poder. No solo eso, la califica de extemporánea
y en no pocas oportunidades excitaba a las FARC a dejar las armas. No diferente
Raúl Castro, que al parecer asumió la tarea de propender la desmovilización de
los grupos alzados en armas como un mandato imperialista y que busca demarcar
las distancias entre la violencia revolucionaria y la transformación de la
sociedad, claro, detrás de esto está ser complacientes y benévolos con la
política internacional de los EEUU.
Como dice
nuestro pueblo, “de incendiarios a bomberos”. Éste punto es esencial en el
análisis, pues hay que evaluar en su correcta dimensión el rol que ha cumplido
el revisionismo cubano en la desmovilización de los procesos armados en
Latinoamérica, y hay que decirlo, aún desde el revisionismo lo han hecho tan
bien que no dudamos Obama y el imperialismo deben estar tan contentos, tanto
como Santos, Timochenko, y toda la
reacción del planeta. Dicho de otra manera, lo que no ha podido ni ha querido
hacer el ejército burgués de Colombia lo ha hecho Castro desde su oráculo del
revisionismo.
El discurso fariano
se manifiesta único, diferente, y hasta “garante de la paz”. Pero vale
preguntarse, ¿acaso la serie de organizaciones político-militares, partidos,
movimientos armados que ya se desmovilizaron en Colombia no pregonaban lo mismo?
El EPL
(hoxista), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), El Movimiento
Armado Quintín Lame, la ADO (Autodefensa Obrera), las Ricardo Franco, el M19,
las FARC y el ELN que tarde o temprano lo hará porque esa es la naturaleza de
la pequeña burguesía.
Todas estas organizaciones
terminaron por asumir la idea de que bajo el paraguas de la democracia burguesa
se podía hacer política y conquistar los objetivos otrora expuestos con las
armas. Lástima que se dieron cuenta muy tarde porque de por medio dejaron el
esfuerzo vital de valerosos hijos del pueblo que creyeron en las consignas
revolucionarias de los comandantes guerrilleros quienes sabían que el corolario
a sus guerras terminaban en el cadalso de la vieja democracia y en ella, del
camino burocrático.
¿ESTÁ TODO
PERDIDO?
Parecería
que con la desmovilización de las FARC el camino de la lucha armada se cierra
en Latinoamérica. Por lo menos es lo que van a divulgar a los cuatro vientos el
imperialismo, la reacción los Castro y desde otra perspectiva el Movadef atrincherado
en el Perú.
Pero son
sueños de hienas, sueños del reformismo, sueños del imperialismo.
La violencia
no es patrimonio del viejo estado y mucho menos del revisionismo. La Guerra
Popular, esa si es patrimonio del proletariado, y hay que entenderlo así. Que
hoy las FARC se tiren al barranco no es problema, el problema está en el ¿qué
hacer? Y hay que iniciar por ahí. Lenin lo simplifico magistralmente, el tema
del instrumento, del Partido. Construir y fortalecer ideológicamente un partido comunista que responda a las tareas históricas
que tiene el proletariado de frente a objetivos concretos como tener los
instrumentos para la revolución, organizar la Guerra Popular en el seno del
pueblo, desatarla sin miramiento alguno en contra de los enemigos de la clase y
del pueblo; destruir el viejo estado y reemplazarlo por el nuevo, por el NUEVO
PODER.
Y sobre esa tarea
el proletariado de Colombia ya ha avanzado bastante, solo queda forjar, persistir,
construir, persistir; la Guerra Popular hará el resto, no dudamos sea así en
Colombia, en Ecuador, en Latinoamérica, en el mundo.
NO A LA
FALSA PAZ DEL IMPERIALISMO, DEL VIEJO ESTADO DE COLOMBIA Y DEL REVISIONISMO DE
LAS FARC.
SI A LA PAZ
DEL PUEBLO QUE SE CONQUISTA CON LA PUNTA DEL FUSIL.
UNA VEZ MÁS
SE REFRENDA LA TESIS DEL PRESIDENTE MAO: EL REVISIONISMO ES EL PRINCIPAL
PELIGRO DE LA REVOLUCIÓN.
VIVA EL 50
ANIVERSARIO DE LA GRAN REVOLUCIÓN CULTURAL, LEGADO HISTÓRICO QUE NOS ENSEÑA QUE
SI NO COMBATIMOS AL REVISIONISMO, NADA HABREMOS HECHO.
¡VIVA LA
LUCHA DEL PROLETARIADO Y PUEBLO DE COLOMBIA!
¡VIVA EL
MARXISMO-LENINISMO-MAOÍSMO!
[1] Mao
Tse-tung, CONTRA LAS ACTIVIDADES CAPITULADORAS. Obras Escogidas de Mao
Tse-tung Tomo II,
[2] 42 mil kilómetros cuadrados en San Miguel
del Caguán.
[3] La tesis del llamado “estancamiento de la
guerra” ya fue expuesta por el revisionismo armado en El Salvador, en los años
80´ del siglo pasado. Bajo esta figura se patrocina la idea del “diálogo”, la
“paz”. Un burdo argumento en el que de
la noche a la mañana la guerrilla se da cuenta de que no puede derrotar las
fuerzas vivas del enemigo, pero eso sí, que éstas tampoco pueden derrotar a la
insurgencia. Pierden la perspectiva de la guerra y caen en la estrategia del enemigo
que propugna precisamente eso, seducir a los comandantes para que puedan
acceder al Congreso o Asamblea, y obvio, éstos arrastran a sus combatientes a
la ilusión democrático-burguesa.
[4] Curiosamente Obama, Raúl Castro, Santos y
las FARC coinciden en los propósitos, argumentos y viabilidad de la paz bajo
una premisa fundamental: la legitimación de la democracia como instrumento
político que permite el acceso a las distintas corrientes ideológicas sin que
su geometría se vea alterada en absoluto. Las FARC se da modos, de un plumazo
(por lo menos lo intenta mientras el discurso le sea funcional a su viejo
reformismo), de mandar al carajo las tesis marxistas sobre el carácter de clase
que tiene la democracia, el estado, etc.